Hay quienes lo definen como una “chispa” misteriosa creada
por la naturaleza. Sublime mezcla entre química, atracción y seducción capaz de
remover las fibras más internas. Todos los humanos sienten ese “cosquilleo”
sexual con la misma intensidad; sin embargo, diversos factores lo inhiben o
exaltan.
“El deseo está vinculado a una respuesta fisiológica, en la
cual hay activación de las neuronas a través de químicos cerebrales que
producen excitación e impulsan respuesta corporal”, explica el doctor Rolando
Díaz Loving, director de la Unidad de Investigaciones Psicosociales de la
Facultad de Psicología (FP) de la UNAM.
También conocido como impulso erótico, puede iniciar con el contacto visual,
incluso pueden darte la seducida del mundo con una mirada y sin tocarte un solo
cabello. Para Ana Cerón —erotóloga y autora del libro Íconos de placer— lo
fundamental en un acto de seducción es que te hagan perder el dominio que
tienes sobre ti mismo. “Es esencial sentir que te acarician con una mirada, que
te dejan un vaho y que te están incitando”.
Origen de la chispa
Aunque para nadie es un secreto que en el cerebro radica el verdadero potencial
sexual del humano y no en los genitales, es específicamente la corteza cerebral
o córtex —delgada hoja de tejido neuronal exclusiva de los mamíferos— lo que
incita el deseo sexual.
Georgina García, terapeuta de pareja y educadora sexual por la Asociación
Mexicana para la Salud Sexual, agrega que el deseo es multifacético. “En su
base biológica radica el buen funcionamiento de los sistemas nervioso y
endocrino, en la psicológica se traduce como motivación y la social incluye los
vínculos que establecemos”.
Para Rinna Riesenfeld —sexóloga y co-directora de la librería El Armario
Abierto— el deseo no tiene que ver con guapos y feos, sino se relaciona con una
necesidad. “Es similar a la llave que embona en la cerradura, es decir, al acto
de que alguien cubra tus necesidades en la seducción”.
Sin embargo, la educación, la sociedad y la cultura han reprimido el deseo
sexual, principalmente el femenino, mediante una especie de entrenamiento
verbal y de prohibición. “Lo anterior responde a un conjunto de reglas creadas
desde hace muchos años por el sector masculino, cuya preocupación ancestral ha
sido asegurar que sus cromosomas sean los que pasen a las siguientes
generaciones. Esto se hace evidente en la procreación: la mujer tiene la
certeza de que el bebé que lleva en el vientre es suyo, y para los varones la
paternidad es dudosa. Tal incertidumbre ocasiona que él la controle a ella y le
haga creer que su deseo sexual es secundario”, coinciden Georgina García y el
doctor Díaz Loving.
Dicha actitud es típica en otras especies de mamíferos, como en el caso de los
leones. Cuando un ejemplar dominante ingresa a una comunidad y logra vencer al
macho alfa, de inmediato mata a todos los cachorros del grupo porque mediante
el olfato sabe que no llevan su ADN. De esta manera, las leonas entran en celo,
se aparea con ellas y así garantiza que las siguientes camadas posean sus
características. Debido a que entre los humanos no exista tal posibilidad, el
hombre reprime el deseo sexual de su pareja para asegurar que sólo él mantenga
relaciones sexuales con ella.
Ana Cerón coincide: “No es que no sepamos sentir, no nos dejan sentir. A ti y a
mi nuestra abuela nos dijo que el sexo era terrible, que una mujer que se
dejaba ir era una cualquiera. En consecuencia, cuando estás disfrutando de un
encuentro sexual, de pronto te viene a la mente la cara de tu abuela y te
bloquea”.
Otra forma de evitar el placer en la mujer, de acuerdo con la erotóloga, ha
sido mediante la introducción de la posición sexual misionaria. “Es la única
aprobada por la Iglesia porque no le permite sentir placer a la mujer. Lo
anterior quedó asentado en el Código de Moralidad de la Nueva España (decretado
en 1663), en el cual se estipuló que la mujer sólo podía tener relaciones
sexuales para procrear y darle gusto al hombre”.
Inhibición y disminución
Hay ocasiones en el nivel de deseo disminuye, lo cual causa gran angustia
porque de inmediato se asocia con alguna disfunción. Hay que considerar que se
trata de un proceso cíclico y varía a lo largo la vida; no obstante, existen
factores que pueden reducirlo o inhibirlo de manera importante. En cuanto a las
causas fisiológicas, Georgina García explica que la disminución puede deberse a
anomalías en los centros cerebrales y hormonales, aunque también se ve afectado
por depresión, ansiedad, estrés, cansancio y preocupaciones.
Asimismo, a la mujer siempre se le dice que el impulso sexual es cosa de
hombres, les prohíben tocarse porque “los genitales son sucios y feos”. ¿Qué
genera lo anterior? “Qué apaguen su deseo sexual. Cuando ella está reprimida,
no sabe tocarse ni estimularse, y si su pareja tampoco sabe hacerlo, sus
relaciones sexuales serán entre ‘X’ y feas”, responde enfática Rinna
Riesenfeld. Asimismo, como nadie enseña a hablar del tema, da vergüenza
manifestarle al compañero las necesidades y gustos.
Otros factores que pueden inhibir el deseo incluyen los conflictos con la
pareja; falta de privacidad, ya sea por la presencia de hijos o vivir en casa
de los padres o suegros; o bien, darle mayor importancia al trabajo que a la
sexualidad
Influencia de los estereotipos
Gran parte de la gente vive amargada por “virus culturales y sociales” que no
vienen al caso. Por lo general, la televisión propone los modelos de la “gente
guapa que despierta deseo sexual”. Volteemos alrededor, ¿cuántas personas
cumplen con tales características?, muy pocas. Despertarle deseo a alguien es
una actitud, no un cuerpo; hay gente de todos tamaños, colores, sabores,
cuerpos y panzas que han generado una atracción súper fuerte.
“Si te pusiera un ejemplo con comida, te diría que la carne es sólo carne; la
hay de res, pollo y pescado, no hay gran variedad. Para que no te hostigue
comerla durante toda la vida puedes aderezarla de mil formas distintas, y es
precisamente la sazón la clave del éxito. Lo mismo sucede con los humanos,
somos carne. ¿Qué nos hace atractivos?, la actitud, la seducción, la mirada,
los movimientos, la forma de hablar y la manera cómo nos aproximamos a alguien.
Ahí es donde está el deseo, en la ‘sazón’ y en la ‘salsa’, no en los
estereotipos”, advierte Rinna Riesenfeld.
“Suele decirse: si tengo la carne fea, para qué la sazono, nadie va a comer.
Nunca he visto algo bien sazonado que no venda”, agrega la sexóloga. Y tiene
toda la razón; de hecho, a veces nos fascina alguien que en nada se parece a
los modelos de la televisión y hasta representa la antítesis de lo que nos
gusta, pero nos enamoramos de su “sazón”.
De la exaltación a la adicción
Hay personas mucho más proclives a sentirse excitadas, buscar pareja y
experimentar nuevas sensaciones. “En ocasiones, esta característica se confunde
con adicción sexual, pero debe quedar claro que una sexualidad activa y fuerte
no es sinónimo de alteración. La adicción, propiamente dicha, tiene lugar
cuando la persona no puede controlar sus impulsos y ello le genera problemas en
su entorno”, aclara Georgina García.
Al respecto, el doctor Díaz Loving expresa que “cualquier situación en la que
pasión o deseo interfiera con mi bienestar o el de los demás, puede
considerarse enfermiza”. Esto lo comparte Rinna Riesenfeld: “la adicción al
sexo tiene lugar cuando la cantidad del deseo o la excitación impide realizar
otras actividades. Se trata de ansiedad canalizada a la vía sexual”.
¿Cómo evitar caer en manos de una sola pasión o deseo? Entre más diversificado
es el ser humano, más actividades le ocupen, mayores capacidades posea y
mantenga vínculos armoniosos con sus semejantes, será muy difícil que una sola
cosa lo vuelva loco porque cuenta con todos los elementos para sentirse
realizado.
Karina Galarza Vásquez
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